Jamas olvidare el 7 de julio, aquella noche salí a entrenar una de mis ultimas transiciones, rodaría a todo pulmón desde Los Ceibos hasta Kenedy Norte y trotaría 5k. Justo el día anterior había corrido los mejores 21k de mi vida, me encontraba en optimo estado atlético y en un inmejorable estado anímico, llegaba a Cojimies (70.3) con mucha expectativa, pues era el gran objetivo del 2014.
Aunque nunca sentí el dolor, el accidente fracturo la clavícula y después de un llanto incontenible 6 clavos me iban a devolver la esperanza. Solo 90 días tendría que guardar reposo, para mi era la vida entera, pero mas allá de todas las cosas negativas que pasaban por mi mente, agradecí a Dios por lo que me estaba permitiendo vivir, era el escenario perfecto para un entrenamiento mental titanico.
Casi inmediatamente revise el calendario y busque con ansias la prueba perfecta para volver, había fuego en mi corazón, en realidad nunca se deja de soñar. Apareció la fecha, 29 de noviembre, lugar Punta Blanca, Triatlon Spondylus, aquel día jugaría de local, pues aquella playa es mi refugio, ahí se han escrito muchas paginas de mi historia.
Muchas voces decían que era muy pronto, incluso un deportologo se atrevió a mencionar que nunca mas volvería a nadar en mi vida, mas motivación que esa no podía existir. Pero mi FE es inquebrantable, en el camino me tope con el Dr. Tyrone Flores, grandioso ser humano y un profesional en toda la extensión de la palabra.
No saben lo indescriptible que fue volver a correr, lo mágico de retomar ese romance con la bicicleta y lo difícil al entrar a esa piscina para dar mis primeras brazadas. Cada entrenamiento terminaba con una sola consigna, verme cruzar la meta, levantar los brazos y sonreír el día de la competencia. Todo lo sencillo lo transformo a épico, ya saben que si fuera fácil, todos los harían...
Llego el domingo, una semana antes había sido objeto de una fuerte falta sobre el tobillo jugando fútbol, pero ese solo era un pretexto mas, tenia una colección de pretextos pero simplemente los deje ahí en el baúl de las excusas. Dos semanas antes había corrido 30k en Samborondon, los cuales abrieron mi mente, y terminaron de consolidar mi confianza. Estaba listo para la fiesta, que empezaba a las 7 de la mañana.
Hermoso encontrarme con la comunidad triatleta, saludar a todos, sentirse competitivo, saber que formamos parte de algo lindo en que cada día con mucho esfuerzo aportamos todos un granito de arena para que este deporte crezca en nuestro Guayaquil. Era la hora de la partida, ahí siempre estuvo el mar, esperándome para los 1500 metros, que con sus olas y corrientes me recordaba lo divertido que es nadar mar adentro.
Llegaba la primera transición, cuanto tiempo ausente de un parque de bicicletas, volvían mis recuerdos de Panamá, me hacia fuerte y la ruta me estaba esperando para los 40 kilómetros con una fuerte brisa y un sol que comenzaba a sonreír en todo su esplendor. Recordé mientras pedaleaba, que tenia unos cuantos clavos en mi hombro, el dolor estaba ausente, debía ser cauto, la adrenalina nos lleva aveces a niveles desconocidos.
Segunda transición, era la hora de correr, pero esta ocasión seria muy especial para mi, lo haría junto a ella, tremendo regalo que me ha dado la vida. Los 10k se pasaron volando, mi hermano siempre con las fotos, mi papa siempre con el agua y la barra, mi mama siempre observando. La meta estaba cercana, los calambres nunca aparecieron, el corazón latía fuerte, el asfalto parecía una alfombra, el paisaje inspiraba, mi alegría estaba a punto de explotar.
El ultimo tramo tiene una sensación que resulta difícil explicar, sin duda el deporte equilibra la vida, nos hace mejores personas, nos limpia el alma. Era el momento...levanto mis brazos y aquí estoy...he vuelto...
Gracias a todos. Nada me detiene!!!