Papa esperándome en el kilómetro 2.5 con dos vasos de agua y Andres alentándome con sus gritos mientras me filmaba fueron suficiente para saber que ese era el momento en el que debía acelerar, donde ya no había nada que reservarse y debíamos dejar hasta el ultimo aliento en el asfalto. Nos olvidamos del sol, nos olvidamos de todo lo que nos rodeaba, regule el oxigeno y apreté el acelerador. A 700 metros de la meta un gentil hombre con su manguera mojaba a todos los deportistas, esa agüita helada que Dios me mando fue suficiente para llegar entero a la gloria. Paolita me esperaba en la meta como siempre, ella es la fotógrafa oficial con sus fotos adorno este BLOG.
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