sábado, 9 de febrero de 2013

IronMan70.3 - Hombre de Hierro



Dentro de esa lucha por mantener un equilibrio en nuestras vidas, que la rutina no gobierne nuestros días y por dejar huella mientras se exista nos decidimos por nuestro primer IronMan.

El 3 de febrero del 2013 en Panamá a primera hora de la mañana empezaría lo que para criterio personal ha sido hasta ahora la competencia más exigente de la que he formado parte. El 70.3 era clasificatorio para el Mundial por lo que entre los participantes encontraríamos a la elite, a los que se conocen como PRO. Este era un aliciente adicional, para dejar en el recorrido hasta el último esfuerzo.

La distancia que teníamos que cubrir eran 1900 metros por el Canal de Panamá, 90 kilómetros por el Puente de Las Américas y 21 kilómetros por la ruta Amador. Sabíamos que nos íbamos a deleitar con el paisaje, que la adrenalina del ser competitivo iba a estar por niveles impensables y más que nada el clima iba a recordarnos a cada momento que estaría con nosotros en cada avance.

Para quien escribe estas líneas asistir a estos eventos es muy significativo por la sencilla razón de que siento como si estará en un mundial o una olimpiada. Es cuando en estos momentos esperamos que valga la pena esas madrugadas de entrenamiento intenso, que valga la pena todos esos caprichos que nos mezquinamos, que valga la pena todo el tiempo que dejamos de pasar con la gente que amamos.

Para esta ocasión un grupo de ecuatorianos hacíamos presencia siendo la octava delegación que mas inscritos había llevado al torneo. Como en otras ocasiones era la oportunidad inmejorable para poder hacer flamear mi bandera, esa tricolor que me acompaña siempre.

El numero asignado para este reto era el 389, tipo 5:30 de la madrugada salimos del parque de las bicicletas dejando todo a punto. Nos dirigimos al muelle de donde arrancaría la natación, aproximadamente 900 atletas daríamos inicio a esta aventura del país centroamericano.

Los nervios me invadían a cada momento, salíamos en grupos que estaban clasificados por edad y colores. Mis pensamientos eran diversos, no muy claros todavía tratando de entender del porque estaba ahí y del porque había decidido hacer esa larga distancia.

Era hora de meterse al agua, recuerdo de forma muy clara que nos habían comentado que la corriente estaba a favor haciendo la natación fácil y que el agua estaba fresca pero para sorpresa de todos un frio terrible invadía nuestros cuerpos pero sin duda era más poderoso esas ganas por empezar para dar inicio a la diversión extrema.

Se dio la alerta y era hora de poner en práctica los consejos de Jorge y Xavier, el nadar con estilo. La natación nunca fue mi fuerte pero con el pasar de los minutos comencé ver de manera optimista como rebasaba a los demás atletas, incluso unos de grupos que habían salido 5 0 10 minutos antes. Me han dicho que debo mantener la calma, nadamos en línea recta el agua ya no la sentimos fría pero el corazón late a 1000 por hora.

El sol nos golpeaba de frente haciendo un poco difícil orientarnos hacia la escalera de salida, conforme alcanzábamos el trayecto se iba convirtiendo como un embudo. Siempre mi consigna ha sido que si salgo de la natación con vida es seguro que llegue a la meta y en 36 minutos pude salir del agua, personalmente creo que nunca había nadado tan bien.

Llego la primera transición, comenzamos a escuchar los gritos de aliento mientras nosotros corríamos al parque de bicicletas una distancia aproximada de 1 kilometro. Recuerdo muy bien como estaba orgulloso de ver a mi Stella entre tantas naves hermosas, nos equipamos y rápido salimos a la ruta a la interminable ruta.

La verdad preferí no revisar el recorrido en internet pero ya había escuchado palabras como ruta criminal y efectivamente así lo fue. Una serie de lomas interminables mucho más complicadas que vía a la costa se hacían presente pero a esto se sumaba el fuerte viento en contra tanto de ida como de vuelta. En cada punto de hidratación pare para agarrar todo lo que me daban, debíamos de conseguir un balance de energías porque aun faltaba el último tramo de la competencia.

Pude ver a mis compañeros Jorge, Cristian, Florcita, Xavier y María Teresa en la ruta, a cada uno de ellos le daba aliento para continuar. Mientras pasábamos algunos poblados era importante el aliento de la gente, los aplausos y los gritos de no rendirse ayudaban mucho para continuar. Llego el retorno hacia la ciudad y mi rodilla derecha comienza presentar dolor, no le damos mucha importancia y continuamos dando guerra.

Ya la fatiga era notoria porque el genio por no completar los 90 kilómetros comenzaba a cambiar, el sol no ayudaba mucho estaba incesante acosador. Recordamos el objetivo final, nos tranquilizamos y llegamos a la segunda transición literalmente sin piernas. Me puse los zapatos hice la señal de la cruz y nos esperaban 21 kilómetros, nada más que eso.

Por mi mente pasaban los momentos del Guayasman, decía que si lo había hecho una vez de seguro podría conquistar esta distancia nuevamente. Tome todo lo que estaba a mi alcance como agua, cola, limonada, gatorade, geles, incluso baños que nos daba un tanquero con un fuerte chorro pero que en ese momento sentíamos como una suave y relajante ducha.

Veía la resignación en la cara de muchos, el cansancio era notorio. Durante el trote nos dimos apoyo con Jorge, Cristian, Carlos y Xavier. Los calambres ya eran muy normales, la deshidratación era total, el sol no daba tregua y una voz en mi interior me decía durante cada paso DETENTE. Íbamos por el kilometro 12 y decidí ya no llevar la cuenta de estos, mejor que mi mente piense en esa medalla, que piense en lo orgullosos que estarían mis padres y hermanos a mi regreso, que piense que esta sería como mi graduación deportiva, que piense lo que sea pero que me lleve mentalmente lejos del dolor.

La meta se acercaba ya no podía ni hacer los movimientos correctos, el horizonte estaba borroso pero en ese momento escucho el grito de Jorge que no me rinda que faltaban a duras penas unos 500 metros. Me entrega mi bandera, con la que había soñado durante meses con la foto perfecta, cruzar la meta con los brazos en alto y ella flameando. Ya no era un sueño, volví a la realidad cuando escuche mi nombre por los parlantes. Solo era cuestión de segundos, unos pasos más y el 3 de febrero se convertía en el mejor día de mi existencia.

Cruzar la meta, que satisfacción tan grande después de haber dejado todo el esfuerzo. Es un orgullo que invade todo mi ser, esa medalla tan hermosa que ahora reposa en mi cuello y algunos ecuatorianos se acercan abrazarme, a felicitarme por lo logrado. Recuerdo con exactitud las palabras de Jorge, quería llorar pero ya no había lágrimas por lo deshidratado que estábamos.

Lo demás fue festejo, fotos, brindis, recuerdos, anécdotas, sonrisas y demás…

De niños soñamos que somos superhéroes e invencibles, de adultos luego del IronMan me siento así.

IronMan70.3 - Una aventura de otro nivel